Puede que la idea de alternar duchas frías y calientes para mejorar la salud, conocida como ducha de contraste, le parezca un remedio de curanderos modernos, pero los finlandeses, letones y rusos no están de acuerdo.

Las saunas, seguidas de una inmersión fría o una piscina de inmersión, son una tradición centenaria en estas culturas y siguen exactamente los mismos principios que las duchas de contraste frías y calientes.

Las duchas de contraste tienen la ventaja añadida de estar al alcance de quienes no tienen acceso a una sauna y, además, permiten que el cuerpo se adapte gradualmente a mayores diferencias de temperatura.

¿Cómo funciona la ducha de contraste?

Las duchas de contraste empiezan siempre con una ducha templada o caliente y terminan con una fría.

Inicialmente, los rangos de temperatura son pequeños -menos de 10 grados Fahrenheit-, pero aumentan hasta rangos de 45 grados.

Si la ducha no está equipada con termostato, es fácil conseguir medidores, sobre todo en la sección de bebés de las tiendas, donde se utilizan para comprobar la temperatura de la bañera. Puede que no siempre tengan todos los intervalos de temperatura máxima o mínima que necesitas, pero probablemente con el tiempo te darás cuenta de que puedes calcular tus propias temperaturas.

Durante los primeros diez días se duchará inicialmente durante 40 segundos a 97 grados Fahrenheit y después 20 segundos a 86 grados. Repita dos veces más para un total de tres tratamientos calientes y tres fríos. Después de los primeros días puede aumentar gradualmente el rango de temperatura hasta que al cabo de tres meses el rango sea de 45 grados.

Las personas reaccionan de forma diferente a las variaciones de frío y los tiempos de inmersión en frío y el tiempo necesario para alcanzar la máxima diferencia de temperatura pueden variar un poco de una persona a otra.

Un buen indicador es el escalofrío, que es la manifestación obvia de la señal del cuerpo para empezar a poner en marcha procesos de calentamiento de emergencia. Intenta secarte con la toalla cuando empieces a temblar.

¿Para qué sirven las duchas de contraste?

La mayoría de las personas afirman sentirse con energía y vigor después de una ducha fría, pero los beneficios de las duchas de contraste van mucho más allá de este simple hecho.

Muchas de las afirmaciones sobre los beneficios para la salud de las duchas de contraste tienen respaldo médico y científico, y parece que esta lista no deja de aumentar.

Uno de los mayores grupos de apoyo a las duchas de contraste se encuentra entre los atletas profesionales o los aficionados ardientes que afirman que el tratamiento es muy eficaz para los traumatismos del esqueleto y los tejidos blandos, los espasmos musculares y las agujetas después del entrenamiento.

Las duchas de contraste también se han indicado en tratamientos para el alivio de la artritis, la reducción de la tensión arterial, la estimulación del sistema nervioso central, la reducción y el alivio de infecciones y afecciones respiratorias, la estimulación de la producción de hormonas sexuales masculinas y femeninas y el alivio del dolor.

Además, las duchas de contraste pueden ser beneficiosas para reforzar el sistema inmunitario gracias a los cambios bruscos de temperatura, y favorecen el bienestar general al mejorar la circulación sanguínea.

Se cree que las duchas de contraste pueden mejorar el funcionamiento antioxidante del organismo mediante la adaptación gradual a las bajas temperaturas. Esto, en combinación con el tratamiento caliente que activa los mecanismos naturales de eliminación de toxinas y sudoración del organismo, puede ser la razón por la que las duchas de contraste ayudan al cuerpo a desintoxicarse.

Las duchas de contraste no suponen ningún riesgo para ningún adulto sano, pero cualquier persona con algún tipo de enfermedad crónica, incluidas las cardiopatías o la hipertensión, debe consultar a su médico antes de iniciar el tratamiento.